Manifiesto de Atelier de imágenes
Existe una relación necesaria entre belleza y tiempo. Para poder percibir la Belleza, para poder contemplarla, necesitamos tiempo. Como hoy no tenemos tiempo, tampoco tenemos belleza.
Mirar sin tiempo es siempre un vistazo, un barrido, propio de una visión de control sobre lo que rodea. Marca el final de la acción: tras la mirada no hay nada, porque el objetivo estaba fuera de ella. No era una mirada generosa, sino que se ofrecía a cambio de algo.
Sin embargo, la contemplación es fruto de una mirada lenta, posada sobre las cosas, que inicia algo distinto. No es el final, sino el principio, porque el objeto es la mirada en sí misma, una mirada que no busca, que espera pacífica y tranquila sobre la realidad, como el perro que recuesta su cabeza sobre su dueño justo antes de un suspiro de tranquilidad.
Necesitamos cambiar los vistazos rápidos por la contemplación. A pesar de que la tecnología y el mundo de consumo nos entrene cada día para lo contrario, hemos de hacer un esfuerzo para reconducir los tiempos propios de la mirada.
Las imágenes artísticas (las pinturas, las fotografías o las películas) pueden enseñarnos, de nuevo, a mirar: a ser pacientes frente a lo que se observa. Bastará con un repaso rápido a una imagen publicitaria para que pronto, casi instantáneamente, deseemos lo que en ella se nos vende. Pero no será suficiente, en ningún caso, si queremos dejar que la imagen nos emocione.
Uno debe quedar involucrado, porque no se mira con los ojos, sino con todo el cuerpo. La imagen debe entrar en nosotros, a través de la piel, y mover el espíritu: será necesario dejar el espacio para que esto ocurra, y esa imagen active en nosotros todo un imaginario de deseos, recuerdos, miedos y emociones. Solo entonces habremos mirado de verdad. Pero para esto se necesita tiempo.
Mirar las imágenes puede enseñarnos dos habilidades esenciales para una vida tranquila: a detener el flujo acelerado del tiempo cotidiano y a aprender de otros cómo se mira el mundo. En la mayoría de ocasiones pensamos que para comprender el arte debemos acercarnos a través de la Historia y de metodologías de lectura de imagen, pero pocas veces recordamos que los artistas solo quisieron acercarse a la belleza de las cosas cotidianas y su vida más próxima. A los artistas antiguos les rodearon cortes y palacios; a los artistas contemporáneos, los objetos sencillos de sus hogares y las personas con quienes compartieron su vida, amigos y familia. Nada más o menos digno, solo prueba de que alguien posó su mirada el tiempo suficiente para percibir en ella toda su belleza, fuera esto un rey o una vasija.
Así que mirar estas imágenes no supone aprender a mirar imágenes, o no solo. Mirar estas imágenes nos enseña, sobre todo, a percibir la Belleza de la vida.